Vida de película

5 de Abril del 2013

Estoy en la computadora de mis padres. Frente a mí, el DVD de Argo, la tan premiada como criticada película de Ben Affleck. Seguro la compraron hace pocos días para evitar la incomodidad del cine y verla como a ellos les gusta: en casa, conversando, durmiéndose y despertándose. Atención: esto no es una columna sobre la decadencia de la sala oscura. Tampoco sobre la ilegalidad de una película pirata. Esta columna es acerca de crecer con máquinas de video caseras… y las historias que han crecido con ellas.

Es acerca de nuestro primer proyector de video –Super 8– y una suprema incapacidad para entender su funcionamiento: marañas de carretes y cinta que nunca pasaron de la fase de “inserte las pilas y aplaste el botón de ON”. Lloro lágrimas de sangre al imaginarlo rodando por alguna cachinería o, peor aún, durmiendo el sueño eterno en algún basurero: los primeros rastros de mi familia registrados en video desvaneciéndose entre mugre y humedad.

Es acerca de aquel armatoste –reproductor de casetes de Betamax– que aterrizó para ocupar varios metros cuadrados de mi reducido cuarto: un mueble imitación madera, con botones extrarígidos y una sinfonía de ruidos futuristas que lanzaba cada vez que cometíamos el error de querer ver una película.

Es acerca de las primeras excursiones con amigos a las tiendas de alquiler de video, percha tras percha de perfectamente dispuestos cartuchos de VHS. Desde cine clásico hasta inconcebibles películas de acción ochenteras, disfrutábamos de portadas impresas en color, ubicadas en álbumes de foto para la comodidad de un cada vez mayor número de clientes.

Claro, también es acerca de los álbumes que nosotros buscábamos: esa colección de cine “para adultos” que, hasta el momento, solo habíamos logrado atisbar una que otra vez durante afortunadas noches en televisión nacional.

Y por si acaso pensaban que lo olvidaba, también es acerca de ese formato perdido, cuasi-desconocido, retirado vergonzosamente de las tiendas a poco de su lanzamiento: el Laserdisc. Mi visión miope se hubiera alzado con uno, pero la inmensa sabiduría de papá supo mantener la billetera –y la dignidad– a raya.

Finalmente, esta columna también es acerca del DVD, el blu-ray, internet, Amazon, iTunes, Apple TV, Netflix, downloads, torrents y demás formatos que nacerán y se perderán en un futuro repleto de unos y ceros.

Esta columna es acerca del brevísimo y sorprendente camino que recorrimos mano a mano con la tecnología. Es acerca de dormir y despertar en un mundo paralelo, 24/7, con solo aplastar un botón.

Estoy en la computadora de mis padres. Frente a mí, el DVD de Argo, la tan premiada como criticada película de Ben Affleck.

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