Frente al espejo

5 de Abril del 2013

Hace unos días mientras alguien se miraba al espejo, me decía: “No sé qué me está pasando, me veo y no me reconozco, es como si ese cuerpo no me perteneciera. ¿En qué momento sucedió? Esa persona que está reflejada ahí no soy yo. No sé cuándo empecé a sentirme como me siento, tan desorientado en ciertos aspectos e indiferente en otros. Veo a los demás y es como si estuviera viendo una película; ellos allá, yo acá. ¿Será que me voy a morir?”.

Tener la capacidad de observar es una oportunidad que frecuentemente desperdiciamos: nos pasamos mirando a nuestro alrededor, a los demás, pero no prestamos real atención a nada, a nadie y menos aún, nos detenemos a observarnos a nosotros mismos.

De la noche a la mañana no nos convertimos en nada, lo que ha pasado es que nos perdemos el proceso y solo vemos las fotos del antes y después de nuestra vida como si fuéramos una propaganda de cirugía estética.

Por ejemplo, cuando se dice “eran tan felices y de la noche a la mañana se divorciaron”, lo que pasó es que no eran tan felices, por eso se divorciaron y muchas veces ni los mismos involucrados lo vieron venir por más que el paso del huracán fue anunciado con bastante anticipación. Es que no estamos atentos, no tomamos conciencia de nuestro trayecto.

Generalmente es a crédito que suceden las cosas. ¿De qué nos sorprendemos entonces? No vemos las pistas que nosotros mismos vamos dejando y hasta podríamos preguntarnos: “¿En qué momento creció el bebe?”, refiriéndonos a nosotros mismos, como si de la cuna hubiésemos ido a la universidad cual salto cuántico. Pero así no sucedió, solo parece porque estábamos distraídos. Dejemos de vivir en automático.

Una de las quejas más frecuentes a quienes nos rodean es que no nos prestan atención, pero ¿por qué no nos quejamos de no ponernos atención a nosotros mismos?

Si hacemos el ejercicio de observar silenciosamente cuando estamos rodeados de gente, descubriremos un mundo fantástico y sorprendente, porque cualquier cosa que se ve detenidamente se vuelve mágica. Observar es tener un compromiso con la verdad.

Seguramente, el observador del espejo no se va a morir, sino que por fin se está empezando a prestar atención, que es lo que no hizo en tantos años y entonces es más que probable que ahora empiece a vivir realmente.

La vida no es corta ni larga, la vida, la nuestra, es pasada por alto infinidad de veces.

Hace unos días mientras alguien se miraba al espejo, me decía: “No sé qué me está pasando, me veo y no me reconozco, es como si ese cuerpo no me perteneciera. ¿En qué momento sucedió?

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