Comiendo emociones

2 de Agosto del 2013

Lo que nos daña la salud no son solamente las grasas saturadas, ni las altas cantidades de sodio, son también las emociones que ingerimos. Cada órgano se ve afectado por una emoción negativa específica, hay mucha literatura que confirma que primero enferma el alma, después el cuerpo.

Es preferible que te comas cuatro porciones de pizza que una ración de resentimiento, ese no se digiere fácilmente o la digestión es muy lenta y puede durar años. Imagínate lo que hace a tu salud física, mental y emocional ir resintiendo y mil veces volviendo a re-sentir el mismo dolor. Rumiando sin digerir. Ya trágate lo que te hicieron o vomítalo de una vez por todas, pero no sigas rumiando. Ni siquiera ya puedes saborear el dolor como dice la canción, porque pasó hace mucho, pero sigues ahí mastica y mastica. Tantas veces seguimos sin hablarnos con alguien y ya ni nos acordamos por qué, solo sabemos que hubo una razón justificadísima, ahora olvidada, y que tenemos que seguir haciendo distancia, es decir, masticando, aunque ya se le haya ido el sabor del porqué.

Cuando nos resistimos al designio del alma, nos enfermamos, nos resentimos con nosotros mismos porque no nos hemos amado lo suficiente para hacernos caso. La ira, el rencor, la frustración, los celos, la hostilidad, el remordimiento, la tristeza están llenos de triglicéridos y son nuestras emociones chatarra, más dañinas aún que las grasas saturadas para el corazón.

En una ocasión con un amigo creamos una minirefri virtual. Adentro pusimos sobrecitos de ternura, tarritos de amor y botellas de alegría para alimentarnos el alma cada vez que lo necesitáramos.

Tenemos que vigilar también lo que ingerimos emocionalmente. ¿Qué hay en tu refrigerador emocional? ¿Condimentas con reproches y angustias tus ensaladas?

Muchas personas mueren de enfermedades cardiacas por una mala dieta, pero cuando decimos “me duele el corazón”, también nos referimos a una emoción. Cuando hay un corazón atormentado, el alma no bombea bien. Libera tu tormento y cumple tu principal misión, la de ser feliz, esa dieta es sana y nunca falla.

No son los alimentos procesados los que más nos hacen daño, son las frustraciones no procesadas. Cuando decimos que algo tenemos atorado en la garganta, no es el hueso del pollo, es eso que no podemos decir. Comámonos otro pan, pero evitemos la ración extra de dolor, no solo reemplaza la mantequilla por el aceite de oliva, reemplaza el rencor por el perdón.

Reprimir las emociones es vivir empachado. Sé tu nutricionista particular, nútrete de amor, es el truquito del sabor, es alimentarse requetebien.

Lo que nos daña la salud no son solamente las grasas saturadas, ni las altas cantidades de sodio, son también las emociones que ingerimos.

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